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Protagonistas

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El tío, el amigo, la guapa y el sobrino

miércoles, 7 de enero de 2009

Historia de Melania

Introducción.

En esta mi primera experiencia en el Camino de Santiago, voy a contar de todo; cosas buenas y pongamos que no tan buenas. Pero sobre todo una vivencia inolvidable e incomparable con nada; que recomiendo a todo el mundo.

Mi historia comenzó hace ya tiempo, cuando a mi vida llego una persona a la que le gustaba mucho caminar, yo la verdad es que no estaba muy preparada en el tema pero como todo en esta vida es ponerse....,



La persona a la que me estoy refiriendo es ahora mi marido, Ignacio; pues bueno un buen día me presento a su tío Alberto, que valga la redundancia es un tío estupendo, y oh! casualidad que a él también le encanta caminar, él si había echo antes el Camino hacia Santiago.

Un día el tío Alberto nos propuso ir a caminar, a Ignacio le encanto la idea y claro yo me apunté; esa primera marcha era el camino desde Cercedilla a Segovia.

Este primer contacto me gustó, aunque llegue un poco dolorida, y bastante cansada, en esta ruta ya se empezó a comentar lo de hacer el Camino de Santiago todos juntos, y cuando digo todos juntos no quisiera olvidarme de un compañero que hemos tenido en todas estas salidas Alberto, a él también le gusta mucho andar y siempre se ha apuntado en nuestras salidas.

Bueno retomando donde lo dejé, en el camino de Cercedilla a Segovia, éramos cuatro, el tío Alberto nos contó cosas preciosas del Camino de Santiago, nos dijo que teníamos que estar un pelín preparados pero que nos iba a gustar mucho, que era una experiencia inolvidable; a todos nos gusto la idea. El día terminó con el cuerpo echo polvo, llegamos a la estación de Segovia cuando el tren acababa de marcharse y eso yo creo que a todos nos desanimó mucho, Alberto llegó con bastante dolor en los pies, Ignacio igual, y yo echa una birria.



Pasó bastante tiempo hasta nuestra siguiente salida todos juntos, y fue en ésta cuando el tío Alberto nos propuso hacer el Camino con él; ese día fue una caminata bastante considerable desde el aparcamiento de la Fuenfría pasando por Siete Picos con llegada a Navacerrada y vuelta, (un mogollón). Esta ruta fue bastante dura pero todos quedamos contentos, nos hizo un día precioso y lo pasamos fenomenal.

El tío Alberto cuando llegamos a Navacerrada, nos contó que el tenía otras alternativas pensadas, por si llegábamos muy cansados después de la tremenda subida a Siete Picos, pero lo hablamos entre todos y nos vimos capacitados para seguir. A mi, la subida me costó mucho, pero me animaba muchísimo ver que estaba haciéndolo como todos, con esfuerzo pero contenta de haber logrado una cosa que en otros momentos me hubiera parecido imposible.

La última salida que planificamos antes de ir al Camino, fue desde Cercedilla a el Espinar, en esta ruta yo estrené las botas que me había comprado para hacer el Camino, para ir haciéndome un poco a ellas.

Esta ruta yo creo que se nos hizo a todos un poco más pesada que la última, porque no hicimos casi paradas para no perder el tren de las 5, ya que el tío Alberto había quedado por la noche y no estaba bien que llegara tarde a su cita.



Hicimos solo una parada cortita para comer, allí me puse las zapatillas de deporte, ya no aguantaba más el dolor que las nuevas botas producían en mis caderas, dolor que no entendí muy bien, ya que nunca me había dolido esa zona, intenté no quejarme demasiado, y continuar con mucha fuerza hasta la estación, donde concluyó nuestra marcha. La vuelta hasta el coche la hicimos en tren, un trayecto desde El Espinar hasta Cercedilla que es donde el tío Alberto tenía el coche.

Y ahora si, aquí empieza mi verdadera experiencia del CAMINO DE SANTIAGO.

Salida el día 10 de Octubre de 2007,

Ignacio y yo nos despertamos como siempre para ir al trabajo ya con todas las cosas preparadas desde días antes, las mochilas con el peso correspondiente, botas, calcetines cómodos, en fin, lo necesario para unos principiantes...

Dejamos las mochilas en el coche, al mediodía fuimos a casa de mis padres a comer. Después de comer nos echamos un poquito la siesta, nos cambiamos de ropa, y volvimos al trabajo; a las 19:30, Ignacio y su padre (Juanjo) se bajaron a por unos bocadillos, pensé que nos vendrían fenomenal para el tren, como así fue. Yo me quede esperando a que llegaran para irnos. La verdad es que ya estaba deseando, tenía una sensación entre nervios y muchísima ilusión; nervios por no saber muy bien si iba a ser capaz de hacerlo, y mucha ilusión por haberme dejado convencer en lo que estoy segura antes de empezar que va a ser una experiencia única y maravillosa.

Sobre las 20:20h nos cargamos las mochilas y nos despedimos de Juanjo, mi suegro. Él estaba muy preocupado por mí, incluso llegó a decirme varias veces que no les hiciera caso ni a mi marido ni a su hermano Alberto, y me quedase en casa tranquila, que fueran ellos si querían. En el fondo le entiendo, estaba preocupado por nosotros. Él si valora que es una cosa dura, y que hay que estar preparado. Pero yo ya no podía, ni debía echarme atrás. Tenía que demostrarme a mí misma que era capaz de superar un reto como este, y ahora era el momento.



Partimos los dos juntos con muchísima ilusión, camino de la estación de Leganés. Habíamos quedado en Chamartín con el tío Alberto.

Nada más llegar le encontramos, menudo sorpresón cuando le vimos aparecer con la cabeza totalmente rapada!!. Allí estuvimos un ratillo antes de coger el tren hablando de todo lo relacionado con el camino, (del recorrido, de las correspondientes mochilas, del peso que llevábamos en las mismas).

Enseguida bajamos al andén a coger nuestro tren, con destino Sarria, el mismo que nos conduciría hasta el punto inicial de nuestro camino. Una vez entrado en el mismo, se nos vino el mundo encima. Es increíble pensar que estamos en el año 2007 y de repente es como si nos trasladáramos a otra época; no tenia cafetería, poco espacio entre los asientos, el brazo del medio era fijo,....

Iniciado el viaje sacamos nuestra cena, unos estupendos bocadillos de beicon con queso que a los tres nos supieron a gloria.



A mí enseguida me entró sueño, y más después de oír al compañero de viaje que le tocó al pobre Alberto, que no paró de hablar de historias mil desde que subió al tren, hasta León, donde este buen hombre decidió poner fin a su camino. Allí fue donde pudieron descansar un poco mi marido y a Alberto, consiguiendo dar la vuelta a los asientos para estirar un poco las piernas. Enseguida nos despertó un grupo de Brasileños que viajaban al final del vagón, que se echaron unas risas de aquí te espero,

Ya día 11 de Octubre de 2007.

Por fin parada en Sarria, parecía que nunca íbamos a llegar; que viaje tan largo!!!. Una vez allí comenzamos a buscar un bar para desayunar. Con nosotros venía un señor mayor (Faustino) que nos contó que hizo una apuesta con sus amigos, para ver quien se atrevía a hacer el Camino y al final todos le habían dejado tirado. Así que decidió coger su billete de tren y hacerlo solo. Este señor del cual seguiré hablando a lo largo del camino, fue un personaje en esta historia bastante importante.

Comenzamos nuestro andar hasta llegar a una plaza, donde se encontraba el Ayuntamiento. El Tío nos dijo que ahí nos pondrían nuestro primer sello. Salió un policía con cara de medio dormido, puesto que aún era temprano y nos selló. Con nosotros venía Faustino y el grupo de brasileños. Después de sellar fuimos a un bar que estaba enfrente y allí nos tomamos un café con leche y unos sobados muy pequeñitos, pero el café nos vino fenomenal.

Al terminar reemprendimos nuestro camino era temprano y todavía no había amanecido; el grupo de Brasileños se quedó desayunando y Faustino se vino con nosotros. Tras una pequeña cuesta donde hizo Alberto algunas fotos llegamos a un convento que estaba al lado de un cementerio. Teníamos que atravesar por su lado pero estaba muy oscuro y decidimos esperar un poco a que amaneciera porque Alberto dijo que si no nos perderíamos un paisaje muy bonito. Al poco llegó el grupo de Brasileños muy animados a seguir; pasaron delante nuestra y Faustino decidió ir con ellos, nosotros esperamos un poco más a que amaneciera.



Una vez emprendida la marcha empezó una arboleda muy bonita, estuvimos gran parte del camino hablando de lo que nos quedaba para nuestra parada a comer en Portomarín. Pronto hicimos una parada en un bar que hacia esquina muy bonito y compartimos mi marido y yo un bocadillo, Alberto se pidió un trozo de empanada (buena elección). Allí no nos faltó poner nuestro correspondiente sello.

Aparecieron nuevamente el grupo de Brasileños, que no habíamos vuelto a ver desde nuestra salida de Sarria. Se pidieron algo de comer y ni siquiera pararon.

Nuestra siguiente parada, la hicimos en un sitio que tenía muchas banderas. En ella había un chico que no estoy aun muy segura si nos entendía. Tenía allí puesta una mesa con un plato y una nevera de las de camping con bebidas, tu podías coger la bebida y le dejabas un euro en el plato, cuanto menos curioso.

Alberto aprovechó para entrar al aseo, y Ignacio y yo para descansar; se estaba súper bien aunque estuviéramos en unas sillas de campo medio viejas en medio de la nada donde daba el sol, fue un momento muy tranquilo.

Pasó por allí un señor que era de Alicante, venía con su hermana, pero ella le había adelantado porque él iba con una tendinitis y caminaba muy despacio. Daba cosa verle como le tendría que doler!

Después de esta pequeña parada y ya con el pueblo de Portomarín al fondo, se presentaba una bajada bastante dura, muy inclinada, y yo ya tenía un fuerte dolor en las caderas e Ignacio venía apoyándose de su palo. Después de esta bajada atravesamos un largo puente por encima del Río Miño, el cual llevaba poco caudal. Allí nos contó Alberto que estaba ubicada la Iglesia-fortaleza de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, que fue trasladada piedra a piedra desde el río hasta el centro de Portomarín que es ahora su actual ubicación.

De fondo y, para acabar la primera jornada, se me presentaba una larga escalinata; enseguida pregunté si eso lo teníamos que subir, pero casi la respuesta ya la sabía, SI !!; una vez efectuada la subida y ya con bastante cansancio y dolor de caderas afrontamos la última recta de camino al albergue. Un vez llegamos al mismo, la persona encargada no estaba por lo que nosotros mismos decidimos apuntamos en el libro de entrada, nos pusimos nuestro correspondiente sello y subimos a buscar una cama.



Cuando llegamos arriba todavía era pronto y no habían llegado muchos caminantes. Aquello era un barracón lleno de camas, sin exagerar habría más de 50; elegimos las nuestras y reservamos una para Alberto, el cuarto miembro del grupo que se incorporó un día más tarde que el resto por motivos de trabajo.

Como era pronto primero nos dimos una ducha y nos fuimos a comer, hacía muy buena temperatura pero a ninguno nos apetecía estar en la terraza por que daba la sombra y hacía fresquito. La comida fue buena; El tío Alberto e Ignacio pidieron espagueti, y yo sopa de primero; de segundo Ignacio una chuleta de cordero y Alberto y yo Pollo, que estaba muy rico.

Luego que terminamos, fuimos a la puerta de la Iglesia donde daba el solecito y se estaba muy a gusto, por lo que nos sentamos un rato allí. Pero estábamos muy cansados del viaje horrible que hicimos en el tren y de andar todo el día, por lo que decidimos ir a echarnos una siesta. La habitación estaba tranquila y todavía no había llegado mucha gente, excepto el Cofrade que es un personaje finlandés que nos encontramos en la bajada antes de llegar a Portomarín. Le pusimos ese mote por la mochila tan inmensa que llevaba a sus espaldas y su caminar que nos recordaba a las cofradías de Semana Santa. Este caminante nos lo fuimos encontrando albergue tras albergue; era un personaje para nosotros curioso.

Nos quedamos los tres dormidos durante hora y media, y al despertar decidimos ir a darnos un paseo por el pueblo, porque a nuestra llegada no habíamos visto nada. Entramos en la Iglesia, y posteriormente bajamos hacia un restaurante, “El Mirador”, que tenía un ventanal grandísimo con vistas al Miño. Allí Ignacio y el tío Alberto se pidieron un Helado y yo un batido de chocolate. Estuvimos durante un largo rato allí sentados muy a gusto.

Decidimos subir otra vez hacia el albergue, y a la mitad de la calle nos encontramos a Faustino. Él se había alojado en una pensión, había descansado un buen rato, y nos contó que el grupo de Brasileños seguiría hasta Hospital. En mi interior pensaba que para eso iban a quedar los brasileños.... para el hospital!!!. Nosotros ya no podíamos más y ellos habían viajado en ese tren tan horrible como nosotros, y tampoco se les veía muy preparados, aunque Faustino nos contó que ellos lo querían hacer en un día menos, y que el domingo querían llegar a Santiago para la misa. El tío que es el que más sabe de esto le pareció complicado, pero dijo que era gente joven y que posiblemente lo conseguirían, A Faustino le entró la risa y dijo que no creía que lo terminaran pero.....

Llegó la hora de la cena decidimos cambiar de sitio, aunque habíamos comido muy bien al medio día; allí tomamos unas ensaladas, carne en salsa y lacón con patatas.

Nos pusimos en contacto con Alberto el cuarto miembro que se incorporaba al grupo un día mas tarde como he comentado, y aún estaba de camino, el venía en autobús pero también se le estaba haciendo muy largo el camino. Había cogido caravana en Madrid y todavía le quedaba coger un taxis para llegar a Portomarín. Nosotros ya después de cenar la verdad es que hacía bastante fresquito para estar en la calle, estábamos muy cansados y la espera se nos hizo eterna. Nos quedamos charlando dentro del albergue en unos sofás que estaban libres.



Cuando Alberto llamó diciendo que ya había llegado yo casi no tenía fuerzas para levantarme del sofá, el dolor de mis caderas me estaba molestando demasiado, y llegué a pensar que era lo que iba hacer yo si a la mañana siguiente me seguían molestando. Ignacio salió a recoger a Alberto y yo esperé en conversación con el tío. Según entraron por la puerta nos saludamos, y enseguida apagaron las luces de todo el albergue, por lo que no nos quedó otra que subirnos a la habitación. Alberto tenía ganas de quedarse allí un rato antes de subir a los aposentos, algo normal después del viaje que se había pegado, pero la gente empezó a quejarse así que nos subimos todos para arriba, le dijimos cual era su cama y a dormir!!!. Ya estaban todas las camas llenas, y la gente dormía. Una vez dentro de mi saco, hubo un momento en el que me entró muchísima risa, pensando en el pobre Alberto, al cual habíamos metido en la cama sin rechistar para no despertar a nadie. Al pobre no le había dado tiempo ni a ver donde estaba; fue por un momento como nuestro rehén, escoltado hasta la habitación por los tres, dándole cama para dormir y calladito..... A todo esto Ignacio liado con los tapones para los oídos, por lo menos tres veces me tocó las orejas para ver si yo ya me los había puesto; eran muy incómodos y no me apañaba. Él se los puso y dijo que así podría dormir muy bien de los alaridos que más de uno daba.


Día 12 de Octubre de 2007.

Ya por la mañana, con las luces todavía apagadas, nos despertamos para emprender un nuevo día de camino, nos vestimos como pudimos en silencio sin apenas ver nada, y guardamos todo en las mochilas con la poca ayuda de una linterna muy pequeñita que tenía el tío Alberto.

El día estaba frió y con mucha niebla, pero el paisaje era precioso; yo desperté con muchas ganas y con menos dolor en las caderas. Enseguida acudimos al bar más cercano; era necesario tomar un café antes de emprender la marcha. Le dije a Ignacio lo que quería tomar y me fui al baño a adecentarme, pues en el albergue no había luz ni en los baños. Cuando subí ya estaba allí mi cafetito y mi croasan que la verdad apetecía mucho.

A la salida Ignacio y yo nos colocamos una de las vieiras que habíamos comprado por la tarde. Cogimos tres, una para cada uno y otra para Alberto, el tío llevaba una pequeñita de la Comunidad de Madrid y no quiso llevar mas peso. A Alberto le dejamos la suya en la cama por la noche, que como he contado antes no le dio tiempo ni a verla. Él ya llevaba la suya y no le apetecía desplazarse a por la nuestra el tío en vista de que él no se momia, se dirigió rápidamente al albergue a por ella, cuando la trajo le dimos las gracias.



Una vez fuera del bar nos hicimos unas fotos curiosísimas, que a causa de la niebla salían como con muchas gotitas alrededor, muy chulas; el pueblo estaba desierto, caminamos dirección a un puente pequeñito que estaba lleno de telas de araña hechas a la perfección, nunca había visto una cosa tan perfecta, “como un animal puede ser capaz de hacer eso”, estaban llenas de gotas del roció de la noche y el tío aprovechó para sacar varias fotos.

Al terminó del puente nos adentramos en un bosque precioso, en el que la naturaleza te envolvía, todo estaba en silencio y con mucha niebla; rápido habíamos cambiado la escena, del pueblecito desierto, al bosque con el suelo lleno de hojas, y con un olor a eucalipto fantástico.

Enseguida se incorporó al grupo el gitanillo, Alberto no le conocía y rápido se puso a hablar con él; eso de que el hombre conociera mundo y sobre todo que entendiera de toros le encantó. No tanto al tío que se fue alejando un poco, yo creo que cansado de la conversación del gitanillo, pero pronto este decidió seguir su camino en solitario.

Según pasaban las horas la niebla fue levantando, el tío nos pidió que aguantáramos un poquito más, que enseguida pararíamos en Hospital a tomar algo, pero según terminó sus palabras se presentó delante de nosotros una cuesta tremenda. Al terminar de subirla, vimos donde iba a ser nuestra primera parada del día de hoy. Todos estábamos deseando esta parada; a mí ya solo me dolía una cadera, Ignacio iba un poquillo peor con las rodillas, andaba con los dos palos pero aun le molestaba, Alberto iba muy bien, fresco a tener en cuenta que este para él era su primer día y nosotros llevábamos un día más en las piernas.

La parada fue en un bar-restaurante que tenía una terraza, había bastante gente, la mayoría extranjera, encargamos nuestros bocadillos y salimos fuera a coger una mesa y unas silla; el día era estupendo pero en la sombra hacía bastante fresco, así que decidimos desplazar una mesa y unas sillas donde daba más el sol, se estaba fenomenal. Cuando llegaron nuestros bocadillos, los cogimos con muchísimas ganas, (andar da mucha hambre).



Al ratito llegó nuestro amigo el gitanillo, que nos dio una charla de toros bastante amena “para quien le gusten claro”, a mí lo de los toros es un tema que no me gusta demasiado pero por respeto le estuve escuchando. A Alberto este tema como he dicho antes le encantaba, y le seguía la conversación junto con el tío, Ignacio y yo no opinábamos. El gitanillo no era mala persona, pero hablaba sin fin, de todo sabia y de todo te contaba mil anécdotas.

Nosotros decidimos emprender la marcha y el gitanillo se quedó tomando algo, el tener que cargar nuevamente la mochila desanimaba un poco, pero el descanso me vino fenomenal, me encontraba bastante mejor de mis dolores, y con muchas ganas de seguir, este segundo tramo hasta Ligonde fue un poco más suave.

Nos encontramos que en el suelo había piedras que la gente había pintado de colores, y que las ponían una encima de otra, el tío nos contó que era una especie de tradición que hacía la gente, también otra tradición era abrazarse a un enorme Carballo que había allí, lo intentamos ente los cuatro, dándonos las manos unos a otros, pero nos fue imposible era enorme; necesitaríamos por lo menor un par de acompañantes mas. Allí nos hicimos varias fotos y vuelta al camino.

Nuestra próxima parada era para comer, lo hicimos en Avenostre era un restaurante que a su vez también tenia albergue, el interior era todo de maderita, y tenía una bonita terraza; decidimos comer dentro y tomar el café en la terracita para poder descalzarnos, todos estábamos deseando quitarnos un poco las botas, y dentro del restaurante no hubiese sido lo mas correcto. El momento del café en la terraza con los pies descalzos encima de las sillas, fue estupendo y súper agradable.

Emprendimos el camino después de esta maravillosa parada, y al poco tiempo volvieron los dolores, que parecía haber desaparecido, después del descanso pero seguían hay; se trasladaban de una cadera a otra de un pie a otro.....



Aguantamos todos aún con dolores, el tío nos animaba diciéndonos que nuestra parada estaba cada vez mas cerca. La parada era en Palas de Rey, donde también pasaríamos la noche, a la entrada en el pueblo vimos una preciosa Iglesia; mis fuerzas ya estaban al límite y mi dolor de piernas era casi insoportable, el tío decidió entrar a la Iglesia y aprovechar para que le sellaran la credencial, nosotros tres no podíamos más, y decidimos esperarle fuera; pensamos que para sellar habría tiempo. Cuando salió de la Iglesia, nos dijo que el albergue estaba más abajo; ese más abajo se refería a descender una enorme escalera que en ese momento yo la veía como la mas larga y empinada del mundo; no veía el final cada escalón, no era uno menos si no un escalón más de dolor.

Una vez superada la dura prueba, nos esperaba ver con que clase de albergue nos encontraríamos. En la entrada no había nadie así que nos sellamos la credencial nosotros mismos y nos inscribimos en el libro; seguimos al tío que conocía el albergue y cogimos una literas en la primera planta, una vez dejamos las mochilas, e hicimos el reparto de litera, procedimos a avistar el baño que casi lo teníamos a los pies de la cama, era horrible; para empezar era mixto, que la verdad es que a estas alturas con el dolor y el cansancio que tenía era lo último, pero enseguida me dieron la solución, aprovechando que aún en el albergue no había mucha gente, yo entraba primero a ducharme y ellos vigilaban la puerta, después entrarían ellos tres juntos. Procuré darme prisa, lo primero que hice fue tirar la ropa interior y la camiseta que llevaba puesta, “un peso menos”, el momento ducha fue lo peor, había una ventana sin cortinas que daba a una callecita, que como sacaras un pelín el cuerpo de la ducha, lo cual no era muy difícil, puesto que eran pequeñas, todo el que pasará por la calle te veía, un horror; cuando terminé entraron ellos tres, yo me quedé sacando los sacos, para colocarlos en las camas, y algo de ropa, el tío se tuvo que poner en una cama un poco mas distanciada por que la litera que había al lado de la nuestra ya tenia un ocupante en la parte de abajo.

Ya todos duchaditos y con ropa limpia, volvimos a la Iglesia para sellar nuestras credenciales, a la salida nos sentamos un rato en unos bancos que había al sol, fue un ratito muy agradable, después decidimos dar un paseo por el pueblo. Entramos en una pastelería y cogimos algo de dulce, luego nos sentamos en un parque. Estábamos un poco aburridos, pero enseguida sacábamos distintas conversaciones, tales como el tipo de gente hacía el camino, de la gente con la que íbamos coincidiendo durante le día, los pueblos por los que pasábamos...., y por supuesto, del hombre con la mochila gigante que veíamos allí donde parábamos, eso si aun que durante todo el camino no nos le encontrábamos, pero allí estaba en el parque escribiendo en su libretilla.



Empezó a refrescar y decidimos irnos a cenar a un bar-restaurante que nos había recomendado una señora, el restaurante estaba en el sótano, yo en cuanto vi que había ascensor, ni me lo planteé ( yo en ascensor), Ignacio me acompañó y el tío y Alberto que son más valientes se decidieron por las escaleras, la cena fue espantosa, pero con una conversación bastante tranquila y el poquito descanso ayudaron a suplir la mala comida y a hacer que la cena fuera mas agradable.

Después de cenar, subimos a la parte de arriba del restaurante, a tomar algo, el camarero era un chico muy simpático, nos dejó directamente la botella de aguardiente en la mesa; era una botella muy curiosa, había dentro una escalerita de madera completamente abierta, y nos retó a que averiguáramos como la habían metido. Pero la cuestión venía en un momento en el que a ninguno nos apetecía mucho pensar, nos tomamos nuestros chupitos, y nos fuimos al albergue; Alberto prefirió quedarse dando un paseo, no entendíamos muy bien el por que, la noche estaba muy fría, nosotros tres nos fuimos al albergue, ya estaban todas las luces apagadas, el tío y yo nos quedamos abajo manteniendo una agradable charla, a Ignacio no le apetecía quedarse y se subió a dormir; aunque a la vuelta aun estaba despierto para darnos las buenas noches.

Día 13 de Octubre de 2007.

A las siete el tío procedió a despertarnos, para iniciar la marcha, yo que dormía en la litera de arriba, no hacia mas que mirar la mochila y las botas, no me podía creer que aun nos quedara la mitad del camino. Rápido me di cuenta que este no sería un buen día para mí, me levante desanimadísima, no solo por el cansancio físico acumulado, también empezaba el cansancio mental; no dejando de repetirme a mí misma, que leches hacia aquí, que ganas de sufrir sin necesidad, es que no había tenido bastante en la vida para venir aquí voluntariamente a pasar penurias, se que suena un poco exagerado, pero en ese momento era exactamente lo que sentía, no podía quitarme de la cabeza estas palabras. Preferí no hablar mucho, para que no se notara que estaba realmente enfadada conmigo misma, no quería que ni el tío ni mi marido se sintieran culpables de nada, estaba allí por voluntad propia y me tenia que aguantar, ya se me pasaría .



Nos vestimos y bajamos a desayunar al bar mas cercano, allí comentamos nuestras impresiones sobre el albergue, al tío no le pareció demasiado mal pero a mi me pareció el peor sitio, el baño horrible, las camas malísimas..., Alberto y mi marido coincidían conmigo que este era un sitio, como dice la canción; para no volver.

Comenzamos nuestro día de camino, había bastante niebla pero no hacia mucho frió, Ignacio estaba bastante molesto con la rodilla, llevaba los dos palos el suyo y el que el tío le prestó. El paisaje era realmente bonito, yo como he dicho antes preferí ir callada, en un momento del camino que me quedé un poco mas retrasada con Ignacio, el que ya se había dado cuenta que algo me pasaba enseguida me pregunto, al contarle se sintió culpable lo cual no era mi intención ni mucho menos, estaba allí por que yo quería.

Hoy físicamente estaba mucho mejor, me puse las playeras y caminaba con bastantes menos dolores que con las botas, nuestra primera parada fue en una Iglesia que estaba en el camino en la cual se podía sellar, a la salida vimos a un grupo de minusválidos de la once, saludamos a todos eran muy simpáticos, iban con bicicletas adaptadas.

Decidimos parar un poquito para que Alberto le cambiara la mochila a Ignacio, la suya era menos pesada y así aliviaría el peso en las rodillas, que era de lo que mas iba sufriendo.

Por fin llego la hora de hacer una parada, que lo estábamos necesitando, fue en una terraza muy chula, el tío conocía a la señora que era muy simpática, nos pedimos un zumo de naranja natural buenísimo, y descansamos un poquito los pies.



Continuamos nuestra marcha, y a el tío no se le ocurrió otra cosa que echar a correr con Alberto, Ignacio y yo bastante teníamos con seguir andando la verdad, Alberto se cansó antes que el tío, y se reunió con nosotros.

El tío y Alberto en un momento del camino me preguntaron que me pasaba, cuando se lo conté me intentaron animar, y me dijeron que si tenia en la cabeza pensamientos positivos y no pensaba en los dolores, seguiría adelante.

Enseguida llegamos a un puente, en el que nos encontramos a unos ciclistas vascos que se lo estaban pasando pipa, llegamos con ellos a una Iglesia, eran muy simpáticos y a decir verdad toda la gente que te vas encontrando por el camino es bastante agradable, todos están haciendo un gran esfuerzo en mayor o menor medida pero con una sonrisa. Los vascos cogieron sus bicis y se despidieron de nosotros muy amablemente.

Llegamos a Melide, el tío lo conocía por que allí se come un pulpo magnífico, el local era bastante conocido, y paraba allí mucha gente, estaba el grupo de vascos que había visto anteriormente y por supuesto nuestro amigo Faustino.

Decidimos sentarnos en la mesa con Faustino, eran mesas muy grandes, el estaba casi terminando su ración de pulpo, nosotros enseguida pedimos la nuestra, a Ignacio no le gusta el pulpo y se pidió empanada, yo enseguida entendí la fama estaba riquísimo. Por un momento me olvide de que después de comer tendría que seguir andando, y disfruté del momento.

Nos hicimos unas fotos con los chicos vascos que eran muy divertidos y parecía que les había sentado igual de bien el pulpo que el vino que acompañaba.

La puesta en marcha fue dura, al poco de salir tuve que parar en una plazoleta para que el tío procediera a “operar” lo que era mi primera ampolla, estaba llena de liquido, me la pincho y me puso una tirita.



Pronto afrontamos una subidita fantástica como las llamaba el tío, que nos dejó a todos casi sin aliento, y ni cuento la bajada que era aun peor que las subida, hasta Alberto que todavía no había dicho ni pío se empezó a resentir. El tío cargó con la mochila de Ignacio, que era la de Alberto, para que él fuese un rato sin peso puesto que no podía mas con las rodillas y aun quedaba un ratito.

Ya estábamos todos agotados, el tío que iba un poco por delante nos animaba diciéndonos que quedaba poquito. Pronto divisamos el Albergue era como una casita rural, con el rió al lado; el mejor albergue que habíamos visto hasta ahora. El tío nos comentó que el quería llegar hasta Arzúa, para que al día siguiente no tuviéramos tanto camino, yo aunque cansadísima me puse de su parte, solo el hecho de pensar que al día siguiente tendríamos más kilómetros que hoy, me inspiraba a seguir para tener menos camino al día siguiente, pero Ignacio y Alberto se negaron en rotundo.

Cogimos sitio en un pabellón que estaba vació y procedimos a la ducha, el sitio estaba muy bien, las duchas fenomenales, tenían un sitio apartado para dejar la ropa con un banquito y que no se te mojara. Cuando terminé tendí la toalla y mis cosas, como Ignacio y Alberto no habían terminado, me fui con el tío que siempre era de los primeros en terminar al bar. Nos sentamos en la terraza a coger el poquito de sol que quedaba, enseguida llegaron Ignacio y Alberto, y decidimos cenar dentro porque ya hacia fresco.

Al poco tiempo llego Faustino, hoy no nos le habíamos encontrado en todo el día, pero allí estaba; se sentó a cenar con nosotros y él solito acaparó la conversación de toda la noche, había partido de fútbol (jugaba España) pero ni siquiera le pudimos prestar atención.

La charla como en las anteriores conversaciones era de toros; a mí personalmente como me parece una fiesta cruel, que si por mi fuera ni existiría, pues en ningún momento opiné y preferí estar callada, mas que nada por que el hecho de que si yo opinaba iba a crear una discusión, a la que no estaba dispuesta, puesto que me empezarían a decir comentarios del tipo, que tontería, es una fiesta española de toda la vida, el torero también arriesga su vida, es un mundo muy bonito….. y yo claro a todo eso diría y con perdón “ y una leche”, ni es bonito, el toro esta demostrado que sufre mucho, y es un para mí de gente con pocos sentimientos hacia los animales, y sobre todo no quería oír la frasecita de que el torero arriesga su vida, que me río yo de lo que arriesga un tío con un montón de banderilleros a su cargo y con una espada debajo del capote. Pero bueno, de lo que estoy hablando ahora no es de toros si no de mi experiencia en el camino; con este comentario no quiero ni mucho menos crearme enemigos, sobre todo en este caso con el tío o con Alberto que a los dos les gusta ese mundo, solo doy mi opinión.

Cuando terminó el partido, el tío dijo que el se retiraba a descansar, la verdad es que le vi cara de estar un poquito harto del buen señor que no dejo de hablar en toda la cena, yo le pregunté a Ignacio lo que iba a hacer pero parece que tanto a el como a Alberto las historietas de este buen hombre les gustaban. Decidí irme a la habitación con el tío la idea de descansar era mucho mas seductora, que la de seguir escuchando al gitanillo.



El tío y yo estuvimos un rato charlando, y enseguida llegaron los dos, Ignacio cuando empezó a ver bien donde iba a dormir se puso un poco nervioso, diciendo que había arañas en la pared. Movilizo las literas que no se como no las escacharró, y las puso en medio de la habitación, separadas de la pared. El tío rápido se quedó como un tronco, yo tarde un poco mas, pero en seguida me quedé dormida, hasta que las risitas entre Alberto e Ignacio me despertaron (lo que me faltaba).

Día 14 de Octubre de 2007.

Hoy teníamos una etapa muy larga por delante, el tío como todas las mañanas era el encargado de despertarnos, casi no había luz el día por no perder la costumbre nublado, nos vestimos y sobre las siete y media salimos del albergue; con sueño, frió, y mal tiempo, pero hoy bastante mas animada.

Alberto que llevaba una bandera de España en la mochila, la sacó y se puso en una foto con Ignacio, a el tío ese gesto no le gustó demasiado debido a la zona en la que estábamos, le trataba de explicar a Alberto que los símbolos son símbolos y que no hace falta ir por ahí sacándolos como sin tal cosa.

Eso Alberto no lo entendió y se enfrascaron en una conversación que no tenia ni pies ni cabeza, por que cada uno sabia lo que el otro pensaba, y era imposible que se pusieran de acuerdo. Pero nada, dale que te pego con la banderita, que si la saco que si la guardo. Yo no opine demasiado en el tema, pienso que así el país nunca va a ir bien, si cada uno pensando cosas diferentes sobre una misma “la unión de España y de los Españoles”,verdaderamente no era motivo para enfadarse.

La niebla se iba retirando poco a poco, la parada a desayunar fue en Arzuá en una cafetería que había buenísima, el café me supo a gloria. Emprendimos nuevamente la marcha, yo con bastante dolor en las caderas, y con la ampolla que hoy molestaba un poco mas.

Alberto seguía llevando la mochila de Ignacio, en la que también habíamos metido alguna cosilla mía, y otro poquito en la del tío. Yo cual yo agradecí bastante, ya que cuando me apunte a hacer el camino, mi mayor miedo era coger peso, pero desde el primer momento el tío me dijo que entre él y Ignacio me ayudaría.



Al la salida de la cafetería paramos en una plazoleta y le pedía al tío que me mirara la ampolla, otra vez estaba llena de liquido, me la curo, y a seguir.

Alberto que no se había quedado muy conforme con la explicación del tío sobre la bandera continuó con el tema, el tío estuvo callado hasta que a Alberto no se le ocurrió otra cosa que ponérsela por encima de la mochila, el tío con un gesto brusco se la quito y le puso bastante mala cara, diciéndole que no soportaba que le impusieran las cosas. A mí la reacción del tío me sorprendió bastante, el que es un hombre súper tranquilo, pero bueno todo el mundo tiene su genio. En ningún momento llego la sangre al río, por que como he dicho antes, no tenia mucho sentido la discusión, ninguno de los dos iba a dar su brazo a torcer.

A media mañana hicimos una parada y nos pedimos algo de comer, pero lo peor de las paradas era ponerse en marcha de nuevo; solo con pensar lo que nos quedaba por delante, te ponías malo. Nos encontramos el cartel del pueblo de Touro y nos hicimos unas fotos, era el pueblo de la tía Tere, que seguro que cuando las viera le haría ilusión.

Nuestra siguiente parada fue en el albergue de Santa Irene, pero muy a mi pesar no era nuestra parada, solo nos íbamos a poner el sello, había poca gente, solo dos mujeres que se ofrecieron a darle a Ignacio un antiinflamatorio, para su dolor de rodilla. Yo solo tenia paracetamol en sobres, que era lo que se estaba tomando estos días, pasamos al baño y reemprendimos nuestro camino.

Estuvimos un buen rato conversando sobre las sensaciones que te da el camino. Noté en Ignacio que aunque es mucho mas fuerte que yo, el camino le estaba haciendo mella desde el primer día con las rodillas, pero aun así el no se arrepentía en ningún momento de estar aquí, incluso decía que le gustaría volver en un futuro con las fuerzas renovadas, y mas preparado.

Se hacia la hora de comer, y las ganas de parar y sentarse eran grandes, yo estaba cansadísima, llegamos a un bar y el tío Alberto entro a preguntar, pero no daban comidas, cuando salió del bar los tres estábamos tirados por el suelo, pero para nuestra mala suerte el tío se acordó de un sitio que el conocía en el que si daban comidas, pero se encontraba retirado del camino.



Dejó la mochila y se fue a buscarlo, cuando lo encontró nos hizo gestos desde lo lejos para que bajáramos, sin casi fuerzas fuimos sin protestar demasiado, el sitio estaba bastante bien, Alberto pidió callos con garbanzos y cordero, el tío una ensalada y cordero y nacho y yo sopa y raxo que es una carne de cerdo cocinada buenísima, vamos que nos pusimos las botas.

Después de comer, volvimos al punto donde estábamos antes, al bar que no tenía comida a tomar café que eso si tenían. Sin muchas ganas nos pusimos en marcha, yo estaba agotada pero tenia que continuar; la tarde estaba preciosa hacia calorcito y todo estaba lleno de eucaliptos y miles de hojas secas por el suelo.

Al poco empecé a marearme, me asusté un poco, casi no me tenia en pie me daba la sensación de que el suelo se movía, nunca me había pasado, me agarré a mi marido y enseguida el tío también me agarró por el otro lado; Alberto me decía que podía ser una bajada de tensión, que el también estaba un poco mareado, pensé que era para animarme pero enseguida que me puse a andar me volvió a pasar, decidí tumbarme un poco en el suelo, rápidamente Alberto callo conmigo, el no se encontraba mareado pero estaba tan lleno de comer, que también callo en cuanto vio oportunidad. Al ratito paso un señor con su hija en bicicleta, debió ver la situación un poco rara, allí tumbados en el suelo y no hizo la mínima intención de ayudar.

Ya me estaba empezando a encontrar mejor y decidí ponerme en pie, el tío cogió mi mochila, y no tuve forma de convencerle de que ya estaba un poquito mejor; el último tramo se mi hizo interminable, el mareo se me había pasado pero el cansancio y el dolor de piernas era casi insoportable; pero lo suplimos con muchas bromas y gratas conversaciones.

Un poquito antes de llegar, anduvimos por los alrededores del aeropuerto de Santiago, la gente había colocado entre las rejas muchos palitos, y como no nosotros pusimos el nuestro.

La parada fue en Lavacolla, el tío decidió que nos quedaríamos en un hotel, ya quedaba solamente 10 kilómetros para llegar a Santiago. El hotel era normalito, pero a comparación con los sitios en los que habíamos dormido estos días, era todo un lujo.

Reservamos dos habitaciones, Ignacio y yo dormiríamos juntos y el tío con Alberto. Lo primero que hicimos al entrar en la habitación, fue dejar la mochila en el suelo y darnos una ducha, el día había sido durísimo, no podíamos ni dar un paso mas. Cuando todos terminamos quedamos en el rellano que había entre habitaciones, para preguntarnos los unos a los otros como iban los ánimos y que tal nos encontrábamos.



El tío estaba como si nada, Alberto hoy bastante cansado y con dolor de pies, Ignacio con su dolor de rodillas, que desde el segundo día le estaba molestando, y ya no podía mas, iba con los palos, con la rodillera, tomándose paracetamol; pero sufriendo a cada paso que daba, y yo.............casi muerta!!!!!.

Después bajamos a una plaza que había cerca de Hotel y nos hicimos unas fotos, digo que bajamos a la plaza, por que decir que nos arrastramos hasta la plaza suena peor, pero así fue, nos arrastramos; hoy hasta a Alberto se le notaba el cansancio y eso que el había empezado un día después.

La noche se estaba poniendo muy fría, y empezaba a caer la niebla, a si que decidimos volver al hotel, allí consultamos si podíamos cenar, ninguno teníamos muchas ganas, solo era por tomar algo antes de dormir; nos pedimos un vaso de leche con magdalenas, y charlamos sobre el duro día de hoy.

Al ratito se presentó en la cafetería del Hotel nuestro amigo el gitanillo, se venía quejando del dolor tan fuerte de piernas que tenia hoy, y rápido dijo que se iba a descansar, ¡¡como estaría para no quedarse allí dándonos conversación!!. Eso si antes de irse nos consultó, si nos importaba hacer nuestra salida de mañana con él y así llegar todos juntos a Santiago; le dijimos que sí. Esperamos un ratito, y todos a descansar.

Día 15 de octubre de 2007.

A las 7:30 ya estábamos en pie, este despertar fue completamente diferente al de los días anteriores, era como tener el objetivo casi cumplido. Hoy el desayuno fue un café con cruasan, y allí estaba Faustino ilusionadísimo con la llegada a Santiago.



Terminamos de desayunar y emprendimos el nuevo día, estaba muy nublado como casi todas las mañanas de este viaje, nublado y frío pero eso si un día con muchísimo encanto, era nuestro día, el día en el que todos juntos llegaríamos a Santiago, con dolores, sin dolores, con sonrisas, con llantos...., pero todos juntos como durante todo este maravilloso viaje.

Llegando al monte do Gozo, nos encontramos con un monumento altísimo, el tío nos contó que lo hicieron el año que vino el Papa con las juventudes religiosas, es un monumento gigante. Allí había tres jóvenes extranjeros tonteando con si subirse o no a lo alto, su decisión fue intentarlo, se colocaron uno encima de otro, apoyados en la piedra y el tercero trepo por ellos. Me dio pánico el pensar como se bajaría de ahí arriba, es una altura de casi 4 metros; yo creo que hasta a él mismo le entró un poco de miedo. Ni sabía como apañárselas para bajar, para mí fueron momentos de tensión. Al final decidió descender resbalando por la piedra. Por suerte no le pasó nada, excepto algún rasguño y un poco de cojera que se llevaba de recuerdo.

Después de hacernos algunas fotos en el monumento procedimos a nuestro segundo desayuno del día. Terminado éste, nos pusimos nuevamente en marcha, unos kilómetros más adelante ya se divisaba la Catedral de Santiago. Casi parecía imposible un reto de 5 días y ciento diez Kilómetros, casi conseguido.

Queríamos llegar a la plaza todos juntos pero Faustino y Alberto no paraban de hablar. Nacho iba con ellos, así que le esperamos un poco porque el tío y yo queríamos llegar con él. Aprovechó a distanciarse de Faustino y Alberto cuando estos decidieron parar en una tienda, a mí me dio un poco de cosa por Alberto que también queríamos llegar con él.

Por fin llegamos a la plaza principal de la Catedral. Yo ya la conocía pero mis sensaciones al verla esta vez eran totalmente diferentes. Esperamos a que llegaran Alberto y Faustino para darnos un abrazo todos juntos, enseguida fueron llegando la chica Japonesa, el hombre de la mochila gigante, el grupo de extranjeros...; era toda la gente que nos habíamos encontrado durante nuestro camino, no nos importaba el idioma, todos estábamos en el mismo punto común, todos consiguiendo el mismo objetivo, LLEGAR A LA CATEDRAL DE SANTIAGO.



Después de hacernos algunas fotos en grupo, decidimos entrar, dimos el abrazo al Santo, y le pedimos nuestro deseo. A la bajada como todo estaba lleno de gente nos colocamos en un huequecito de un lateral de la Catedral. No pudimos tener más suerte cuando anunciaron que una orden de Malta en Italia, había pagado para encender el botafumeiro. Yo no lo había visto nunca, es impresionante la altura que coge, el olor que deja, es... inexplicable!!!, hay que estar aquí para poderlo sentir. Cuando me di la vuelta, vi en todos mis compañeros la emoción en los ojos, Faustino llorando a lagrima viva, y los demás con los ojos a punto de romper. Era precioso lo habíamos conseguido juntos, estábamos allí viendo subir y bajar el botafumeiro delante nuestra.

A la salida, fuimos a recoger nuestro título al lugar del peregrino, yo como os he contado dije que me llamaba Palmira, que es el nombre de mi madre. Lo quise hacer por y para ella. A Ignacio le dio pena ver que después de todo el esfuerzo que había hecho, no iba a tener nada pero a mi me dio igual, en mi conciencia sabía que lo había hecho.

A la salida fuimos a un hotel donde el tío iba a reservar una habitación, él se quedaba en Santiago, seguiría mañana con su camino, ya en solitario. Antes de llegar Alberto y Faustino se separaron porque querían encontrar algo en las tiendas de alrededor. Nosotros subimos para ver la habitación del tío, era muy bonita en forma de buhardilla. Le dejamos deshaciendo su mochila y nos dirigimos a un bar donde Ignacio había quedado con su amigo Jorge, que vive en Santiago y le apetecía vernos.

Al poquito llegó Jorge con su novia Asunción, nos propusieron ir a un sitio de tapas que era muy conocido, para comer algo. Llamamos a Alberto a Faustino y al tío y quedamos todos en la plaza de la catedral.

La comida fue muy agradable, allí compartimos con Jorge y Asunción todas nuestras experiencias. Cuando terminamos Faustino se despidió de nosotros con lagrimillas y se fue a buscar algo para dormir, buscaría algún autobús y mañana regresaría a su casa. A nosotros aun nos quedaba tiempo hasta la hora del vuelo, y decidimos parar a tomar algo en una terraza.

Jorge y Asunción se ofrecieron para acercarnos a Alberto, a Ignacio y a mí, al aeropuerto. Antes de despedirnos del tío, hicimos unas fotos preciosas todos juntos con la Catedral de Santiago de fondo. La despedida fue un momento súper triste, a él le quedaban varios días solo, habíamos compartido tantas cosas en estos días que le iba a echar mucho de menos.



Lo siguiente de mi relato, ya no interesa mucho, vuelo hacia Madrid, y fin de nuestro camino, nos daba la sensación que algo de nosotros se queda en Santiago, pero prometimos volver para recuperarlo.

Mi intención con este relato es animar a todo el mundo, que se encuentre con ganas y en buen estado de salud, a que lo haga; que piense que es un reto maravilloso, gratificante, que merece la pena hacerlo, aunque se tengan muchos momentos duros, y que es precioso poder contar una vez aquí esta excepcional experiencia.

Gracias.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

en agosto hizimos 5 amigos el camino igual que tu y al leer tu relato se me saltaron las lagrimas gracias

Unknown dijo...

Gracias Melania. Estamos preparando el viaje un grupo de amigos y tu relato me ha gustado mucho, sobre todo por lo sencillo y humano. Estoy seguro que lo disfrutaremos mucho.

Camila dijo...

Esta bueno hacer un viaje con amigos y me encanta disfrutar de recorrer los lugares en busca de lindas historias. Me encanta salir durante el dia y a la noche llegar a los Hospedajes y contarnos como nos fue si no salimos todos juntos. Pero es bello compartirlo con gente que tenga gustos semejantes